La Ópera de Sídney, John Utzon


















 

 Jorn Utzon (Copenhague 1918-2008) pasa a la historia principalmente por su obra emblemática en la bahía de Sydney, su Teatro de la Ópera. Heredero de la tradición escandinava de Alvar Aalto y de la arquitectura orgánica impulsada por F. Lloyd Wrigth y por el propio Aalto, Utzon no es solamente el autor de este edificio, aunque así lo parezca cuando se lee su biografía, sino también de construcciones como la Iglesia de Bagsvaerd, en Dinamarca; el Can Lis de Mallorca; el Theater de Zúrich, o el Utzon Center en Aalborg, Dinamarca, su última obra. En todas ellas da muestras de su estrecha relación al organicismo arquitectónico, aunque con el paso de los años tiende a simplicar su estilo con una mayor sobriedad y sencillez formal. El reconocimiento a su obra y en concreto a su construcción más conocida, la que hoy nos ocupa, le llegó al final de su vida: en 1992, recibe el Premio de la Fundación Wolf de las Artes; en 2003, es nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidadde Sydney, y finalmente ese mismo año recibe también el Premio Pritzker, el nobel de la arquitectura.

Su nombre por tanto, siempre estará unido a la construcción del Teatro de la Ópera de Sydney, por más que sufrió no pocas dificultades para avanzar en su construcción y que él mismo no sería quien acabara la obra. El resultado final especialmente en lo que se refiere a su apariencia externa es espectacular, y muy original. Se advierte el ascendiente directo de Alvar Aalto, que sin perder de vista una estricta racionalidad casi minimalista en sus construcciones, ya había dado buena prueba de su interés por asociar sus obras a elementos y organismos de la naturaleza. Su enorme influencia, sobre todo lógicamente en Escandinavia, y un nuevo interés por reconvertir ese organicismo en una propuesta abierta, original, imaginativa y libre del lastre racionalista, dará lugar al proyecto de un joven arquitecto que en 1957 gana el concurso de adjudicación de la Ópera de Sydney, el danés Jorn Utzon. Aunque curiosamente su proyecto sólo contaba con un dibujo del edificio y no el diseño completo con todas las medidas, lo que a la larga complicaría llevar a efecto la obra, si bien la belleza formal y la originalidad del proyecto convencieron al jurado.

Se asienta el edificio sobre una gran plataforma rectangular, aunque la verdadera originalidad y la complejidad estructural del edificio consistió en su abovedamiento: una serie de conchas blancas, yuxtapuestas y erguidas, que igual recordaban las velas de los barcos que los caparazones de unos gigantescos moluscos. Algo novedoso, imaginativo y además muy apropiado para el lugar en el que se iba a ubicar el edificio, en plena bahía de Sidney. La construcción en cualquier caso de dicha cubierta no iba a ser fácil. El proyecto original hubo de sufrir diversas variaciones, en especial las que reconvirtieron las conchas originales en casquetes de sección esférica por razones de cálculos estructurales, lo que en cualquier caso no afectaba a la apriencia orgánica del edificio. También se decidió que se construyeran a base de hormigón prefabricado, cubriéndose definitivamente con azulejería blanca. Sus dimensiones, especialmente su altura, y su forma, requirió además la construcción de un costillar de apoyo sobre el que asentar las bóvedas, así como un sistema de sostén de más de quinientos pilares cimentados incluso bajo el mar.

Los problemas siguieron, no obstante, sobre todo cuando el nuevo gobierno surgido de las urnas en Nuevas Gales del Sur en 1965 empezó a cuestionar el trabajo de Utzon, al que además se le obligó a verificar los proyectos en el nuevo Ministerio de Obras Públicas. Esta subordinación al poder político, que iba asociada además a un recorte presupuestario y a una limitación en su toma de decisiones, le empujó a abandonar el proyecto en 1966 sin que se hubiera concluido la obra. Se haría entonces cargo del proyecto Peter Hall, que introduciría algunos cambios, sobre todo en la concepción interior de algunas salas y en especial del Salón de la Ópera que se vería notablemente ampliado.

Finalmente, el edificio se inauguró en 1973, convirtiéndose hoy por hoy no sólo en el símbolo por excelencia de la ciudad y casi de aquel continente, sino en una imagen característica también de la arquitectura más actual. Y si bien la autoría sólo puede concederse a Utzon, y hemos visto al principio que con el tiempo se le reconoció su mérito en la propia ciudad de Sydney, las desavenencias que hubo no se olvidaron fácilmente, y tal vez por ello él nunca más regresó a Australia para ver terminada su obra maestra.