Nacido en Madrid el 27 de enero de 1910, fallecido en Durham (Carolina del Norte) el 7 de diciembre de 1997, fue un arquitecto español cuyo desarrollo profesional se dio principalmente en México y también en Estados Unidos; su obra destaca por las estructuras realizadas en hormigón armado y más específicamente usando el paraboloide hiperbólico.
Su mayor aportación a la arquitectura fue la creación de estructuras en forma de cascarón. La complejidad, a simple vista, de estas estructuras laminares contrasta con la belleza y sencillez de sus formas, su economía, gran resistencia y ligereza con pequeños espesores.
En 1949 construyó el primer cascarón experimental. Animado por el éxito del experimento y ya vislumbrando el abanico de posibilidades que se abría en ese campo innovador fundó una Compañía constructora llamada Cubiertas Ala, junto a sus hermanos y arquitectos Fernando y Raúl Fernández Rangel. Desde esta empresa, Félix Candela levantó las cubiertas que lo harían famoso.
El hypar se convierte en su seña de identidad, personificando la sensación de volumen (tanto desde el exterior como del interior) y esbeltez característica de sus obras. En sus diseños, el concepto de “cubierta” queda diluido porque en ocasiones no se sabe dónde acaba la techumbre y dónde comienza la fachada o los pilares.
Los encargos de Cubiertas Ala consistieron, en su gran mayoría, en edificios y naves industriales en los que pudo explotar la repetición de tipologías dentro de la misma obra, sacando el máximo rendimiento a los costosos encofrados que, mediante andamiajes con husillos y ruedas, eran fácilmente reutilizables. Estas cimbras delirantes se trataban de auténticas obras de ingeniería sobre las que recaía gran parte del éxito —tanto estético como económico— del resultado final.
Los edificios de Candela son una muestra clara de que se pueden construir obras funcionales, baratas, sencillas y bellas con un simple gesto de separar los bordes de los hypars generando gajos de lucernarios y transformando el espacio interior por completo. Esa maniobra tan audaz y sutil implicaba complejos cálculos porque en función del trazado del borde de los distintos hypars (o lo que es lo mismo, los planos de corte del contorno), los esfuerzos y el comportamiento de la estructura varían notablemente. Y son tantas las posibles combinaciones de los hypars que se generan estructuras que aparentan no tener nada que ver unas con otras.
La capilla de la Medalla de la Virgen Milagrosa (1955), en Ciudad de México, es tal vez la obra de la que Candela se sentía más orgulloso porque la consideraba suya de principio a fin. La edificación se genera a partir de hileras paraguas de hypars asimétricos de 4 cm de espesor (como casi todos los paraboloides hiperbólicos que ejecutó) que trazaban una planta clásica de tres naves.
La capilla de Santa Mónica (1960), en San Lorenzo de Xochimancas, presenta una planta menos tradicional al estar definida como la intersección de dos sectores circulares de ángulos conjugados y radios diferentes, situándose el único pilar de la estructura en el centro común de ambos sectores. El tratamiento de la luz en esta obra es sensacional.
La capilla de San Vicente de Paúl (1959), en Coyoacán, es más sencilla y modesta que las anteriores, pero está ejecutada con una limpieza pasmosa: tres hypars parecen sostenerse en el aire, apoyándose de forma puntual en dos de sus vértices. La unión entre los hypars con barras metálicas se asemeja a las costuras que unen las mallas tesas de una cubierta tipo membrana.
Además de naves industriales y edificios de carácter religioso y, aunque también coqueteó (sin éxito) con la edificación residencial, sus obras más famosas, junto con el Pabellón de Rayos Cósmicos, son el Restaurante Los Manantiales y el Pabellón de los Deportes de los Juegos Olímpicos de 1968.
El Pabellón de los Deportes de México D.F. (1968), construido con motivo de los Juegos Olímpicos de 1968, es la obra más ambiciosa de Candela en el país norteamericano. Una jaula de barras de acero sustentan una red de paraguas de hypars, colocados en posición invertida, y forrados con chapas de cobre que da un aspecto final a la obra como de caparazón de tortuga biomecanoide. Lo que habitualmente estaba posado (comprimido), ahora está colgado (traccionado).
Su mayor aportación a la arquitectura fue la creación de estructuras en forma de cascarón. La complejidad, a simple vista, de estas estructuras laminares contrasta con la belleza y sencillez de sus formas, su economía, gran resistencia y ligereza con pequeños espesores.
En 1949 construyó el primer cascarón experimental. Animado por el éxito del experimento y ya vislumbrando el abanico de posibilidades que se abría en ese campo innovador fundó una Compañía constructora llamada Cubiertas Ala, junto a sus hermanos y arquitectos Fernando y Raúl Fernández Rangel. Desde esta empresa, Félix Candela levantó las cubiertas que lo harían famoso.
El hypar se convierte en su seña de identidad, personificando la sensación de volumen (tanto desde el exterior como del interior) y esbeltez característica de sus obras. En sus diseños, el concepto de “cubierta” queda diluido porque en ocasiones no se sabe dónde acaba la techumbre y dónde comienza la fachada o los pilares.
Los encargos de Cubiertas Ala consistieron, en su gran mayoría, en edificios y naves industriales en los que pudo explotar la repetición de tipologías dentro de la misma obra, sacando el máximo rendimiento a los costosos encofrados que, mediante andamiajes con husillos y ruedas, eran fácilmente reutilizables. Estas cimbras delirantes se trataban de auténticas obras de ingeniería sobre las que recaía gran parte del éxito —tanto estético como económico— del resultado final.
Los edificios de Candela son una muestra clara de que se pueden construir obras funcionales, baratas, sencillas y bellas con un simple gesto de separar los bordes de los hypars generando gajos de lucernarios y transformando el espacio interior por completo. Esa maniobra tan audaz y sutil implicaba complejos cálculos porque en función del trazado del borde de los distintos hypars (o lo que es lo mismo, los planos de corte del contorno), los esfuerzos y el comportamiento de la estructura varían notablemente. Y son tantas las posibles combinaciones de los hypars que se generan estructuras que aparentan no tener nada que ver unas con otras.
La capilla de la Medalla de la Virgen Milagrosa (1955), en Ciudad de México, es tal vez la obra de la que Candela se sentía más orgulloso porque la consideraba suya de principio a fin. La edificación se genera a partir de hileras paraguas de hypars asimétricos de 4 cm de espesor (como casi todos los paraboloides hiperbólicos que ejecutó) que trazaban una planta clásica de tres naves.
La capilla de Santa Mónica (1960), en San Lorenzo de Xochimancas, presenta una planta menos tradicional al estar definida como la intersección de dos sectores circulares de ángulos conjugados y radios diferentes, situándose el único pilar de la estructura en el centro común de ambos sectores. El tratamiento de la luz en esta obra es sensacional.
La capilla de San Vicente de Paúl (1959), en Coyoacán, es más sencilla y modesta que las anteriores, pero está ejecutada con una limpieza pasmosa: tres hypars parecen sostenerse en el aire, apoyándose de forma puntual en dos de sus vértices. La unión entre los hypars con barras metálicas se asemeja a las costuras que unen las mallas tesas de una cubierta tipo membrana.
Además de naves industriales y edificios de carácter religioso y, aunque también coqueteó (sin éxito) con la edificación residencial, sus obras más famosas, junto con el Pabellón de Rayos Cósmicos, son el Restaurante Los Manantiales y el Pabellón de los Deportes de los Juegos Olímpicos de 1968.
El Pabellón de los Deportes de México D.F. (1968), construido con motivo de los Juegos Olímpicos de 1968, es la obra más ambiciosa de Candela en el país norteamericano. Una jaula de barras de acero sustentan una red de paraguas de hypars, colocados en posición invertida, y forrados con chapas de cobre que da un aspecto final a la obra como de caparazón de tortuga biomecanoide. Lo que habitualmente estaba posado (comprimido), ahora está colgado (traccionado).