La vida se compone de una relación entre el espacio y el ser
humano. Cada medida, incluso la más pequeña e
insignificante, está pensada según el uso que se le vaya a dar.
La parte más pequeña que compone un espacio serán las
letras. Las letras llenan los espacios vacíos y son el comienzo
de todo. Las hojas en las que escribimos las letras sirven a su
vez para ensayar y pensar en todo lo que podremos crear.
Son el paso previo a la creación.
Nosotros, las personas, tratamos de acomodar cada espacio a nuestras necesidades. Vivimos, y mientas, buscamos esa manera de vivir cómodamente. La cama será quizá el elemento en el que mejor nos encontramos. Es el sitio donde no ocurre nada y a la vez ocurre todo. Es ese lugar en el que descansamos, soñamos, dormimos, leemos, pensamos, creamos, abrazamos, nos relajamos, nos evadimos... Es el comienzo del día y de la noche. La cama, el centro de la habitación, el centro de la casa... el lugar en el que no nos importa pasar horas y horas. Pero nuestro mundo, evidentemente, no se resume a la cama. La cama está en la habitación, la habitación en el apartamento, el apartamento en la calle, la calle en el barrio, el barrio en la ciudad, la ciudad en el país, el país en el continente, el continente en el mundo... Somos solo un grano de arena en este inmenso universo.
Cada espacio más grande, cada espacio más pensado, más trabajado. Cada elemento más necesario, más útil... Cada persona con sus gustos y sus necesidades. Todos tan diferentes y a la vez tan iguales. Todo alineado, todo pensado, todo recto y todo facilitado para el ser humano. Supongo que nos hemos ido acostumbrando a tenerlo todo "hecho", no hemos tenido la necesidad de buscarnos la vida como tuvieron que hacer nuestros antepasados, aquellos que vivían en cuevas y no tenían una cama con medidas pensadas para cada uno y colchones adaptados para sus problemas de espalda. Quizá hayamos perdido esa capacidad de iniciativa para la búsqueda de elementos necesarios para vivir...