Perec reivindica de forma intelectual la dimensión del espacio, el cual está ligado al tiempo, puesto que el espacio se ordena en tiempo para ser comprendido. Se fragmenta como realiza el autor en su libro: desde lo pequeño y particular a lo grande y general, tal y como los arquitectos trabajan, estudiando lo particular y su funcionamiento para lograr un total relacionado a ello; el espacio lo concibe como idea abstracta, como palabra, la cual toma forma cuando se verbaliza. Describe lo cotidiano y común emotivamente, capta lo extraordinario de lo ordinario, nos enseña a apreciar con otra mirada. Vivimos rodeados y contenidos en espacio, pero el espacio no es una categoría fija.
«Así comienza el espacio, solamente con palabras, con signos trazados sobre la página blanca».
Espacio. Se designa para estudiarlo, manejarlo, compréndelo. Se fragmenta. Las cosas divididas suelen ser más sencillas, como ocurre con la arquitectura, la cual se reparte en trabajos: el cliente que quiere crear un espacio contacta con el arquitecto, (que creará en función del espacio y del dinero normalmente) que a su vez separa sus labores: por un lado estructura (tomando decisiones para que el proyecto se convierta en lo que se quiere y sea funcional) por otro dividirá el trabajo y la forma de ejecutarlo (la organización suele estar fragmentada en diferentes empleados que a su vez contratan obreros, electricistas, pintores,... todo en un espacio y un tiempo definido, relacionado, ordenado, para que sea eficiente y correcto.
Perec compara el espacio con una hoja de papel. Nosotros completamos el espacio. Lo que hagamos da un orden, un sentido, tanto al espacio como a la hoja de papel, lo cual no tendría sentido sin los elementos que le forman, lo limitan o lo acompañan. El orden parece limitar la libertad, pero solemos basarnos en él y es placentero trabajar con sentido el espacio.