La Casa Farnsworth es de una extrema simplicidad. Ocho pilares de acero, trasladados al exterior para liberar completamente la planta, sostienen la losa de la cubierta y la del suelo, que está elevada 1,50 m sobre el terreno. La casa se prolonga hacia la zona del prado que mira al río Fox mediante una terraza formada por un plano asimétrico respecto al resto de la construcción que se encuentra a un nivel intermedio entre el del terreno y el de la vivienda, y se sustenta en seis pequeños pilares. Los diversos niveles se comunican mediante escalones formados únicamente por losas de mármol travertino que descansan sobre una ligera zanca metálica. El volumen principal de la construcción cuenta con un porche y el espacio de la vivienda en sí. Esta está formada por un único espacio en el que la continuidad visual es absoluta, tanto en el interior por la ausencia completa de tabiquerías divisorias, como entre interior y exterior, ya que la totalidad de las paredes son de vidrio transparente. Los suelos, tanto los exteriores como los interiores, son de travertino en piezas rectangulares. Hacia el río se dispone la zona de estar, hacia los laterales los dos dormitorios y hacia la trasera la cocina. Esta última queda encastrada en el único elemento de división del espacio, que está formado por un núcleo central ejecutado en madera noble que alberga, además, dos baños, armarios e instalaciones. La continuidad entre el espacio exterior y el interior es una experiencia vital y visual bidireccional. La casa abre sus entrañas de espacio privado hacia el exterior, pero este se convierte a su vez en el referente y marco del habitante interior. La naturaleza inunda la vivienda. Solamente unas cortinas de suelo a techo proporcionan, en caso de estar corridas, cierta privacidad al interior.