ESPECIES de ESPACIOS por Irantzu Rekalde

Especies de espacios

“El tiempo y el espacio…dos términos contrapuestos pero complementarios e inseparables, porque una realidad no puede ser explicada, ni siquiera pensada, sin requerir la presencia de esta doble idea”. ¿Es cierta esta afirmación? A mi parecer, no. Todo acontecimiento ocurre inevitablemente en un espacio y un tiempo determinado, eso es innegable, pero ¿no somos capaces de expresar una realidad sin ambos?, si esto es así, ¿qué pasa, por ejemplo, con los pensamientos?¿cuándo y dónde ocurren? Es incluso posible que podamos determinar el tiempo en el que un pensamiento ocurre, pero no dónde. Los pensamientos fluyen en nosotros y nosotros actuamos en consecuencia pero no sabemos de dónde vienen ni dónde van. Al igual que tampoco conocemos cuál es su comienzo o cuando dejará de rondarnos. ¿No son entonces los pensamientos realidades? Desde luego como tales se castigan, ya que si por ejemplo pienso en matar a una persona pero no lo consigo, pago por tentativa de asesinato.
Es cierto que para el ser humano y sobre todo para la sociedad actual es prácticamente fundamental saber el cuándo y el dónde. Esto nos hace sentirnos un poco menos perdidos de lo que estamos y nos ofrece seguridad. Si profundizamos un poco podemos ver como la realidad en sí es atemporal. No la vida de un ser, raza o elemento en concreto, sino la propia realidad. El autor se refiere al big bang como la primera realidad que conocemos, pero ¿qué había antes? ¿Cuándo comenzó a existir la materia que posibilitó el big bang?¿Que había antes de aquello? Si la propia realidad es un elemento atemporal ¿cómo podemos afirmar que no se conciben realidades sin el duo espacio-tiempo? No podemos. La manía del ser humano por llevar todo controlado y por conocer todo hace que clasifiquemos todo en conceptos que todo el mundo pueda entender, pero ¿cómo podemos afirmar que todos nosotros percibimos la realidad de la misma forma? ¿Cómo se yo cuánto dura un segundo para ti? No podemos. La realidad es subjetiva, relativa a cada persona. Tú no sabes cómo percibo yo el espacio al igual que yo no sé cuantas cosas pasan por tu cabeza durante 5 segundos.
El autor nos habla también de los fragmentos del espacio. ¿Cómo podemos valorar el espacio que no vemos? Decimos que tal cosa tiene determinado tamaño y peso o que está compuesta por tantos fragmentos, pero día a día el ser humano sigue descubriendo partículas microscópicas que hasta entonces no conocíamos. ¿No existían entonces? Nos regimos por lo que podemos ver o percibir, pero creo que el ser humano nunca podrá conocer todos los elementos que componen un espacio. Por tanto y en mi opinión, espacio y tiempo son dos conceptos que todos percibimos pero relativos a cada individuo y que no siempre son necesarios para describir una realidad.

“La dinámica del vacío es un horror que supone la presencia de algo”. Si, como se ha demostrado, el vacío ocupa un lugar, no necesariamente este necesita la presencia de nada. Al igual que cualquier otra realidad no lo exige. De cualquier forma el enunciado anterior supone que sin la materia no podría existir el vacío al igual que sin la felicidad no podría existir el dolor o viceversa. No lo creo. No son necesarios. ¿Porqué necesita la vacío de la presencia de algo?¿ Ocurre también al revés? En la antigüedad, cuando no se conocía, ni tan siquiera se planteaba, la idea del vacío, no era necesaria su presencia para que lo demás existiese.
“El objeto de este libro no es exactamente el vacío, sino lo que hay dentro”. ¿Lo que hay dentro del vacío? ¿No llamamos precisamente vacío a la ausencia de materia? Si esto es así no es que no podamos saber que hay dentro del vacío, si no que este, como su propio nombre indica, carece de cualquier componente, está vacío. Si en arquitectura queremos llenar un espacio de vacío podemos hacerlo, pero lo que no puede hacerse, según creo yo, es llenar este vacío, puesto que al llenarse dejará de ser vacío.

Entre las páginas 27 y 31 el autor se dedica expresamente a llamar nuestra atención mediante la peculiaridad, no de sus palabras, sino de su forma de escribirlas. Juega con el espacio de forma no convencional, pero sin embargo entendemos perfectamente lo que quiere decirnos. Entonces, ¿por qué no hacer eso en arquitectura?¿Porqué no desarrollar edificios o habitaciones que se salgan de lo convencional pero que cumplan la función del mismo modo que las palabras lo hacen aquí?. El autor nos habla de la palabra escrita sobre un papel del mismo modo que un ladrillo se posa sobre el suelo. Cada ladrillo tiene un significado por si solo al que, en general, no solemos prestar atención por el hecho de seguir siempre el mismo orden. ¿No ocurre lo mismo con las palabras escritas de forma convencional? Pasamos muchas palabras por alto por el hecho de estar acostumbrados a un orden lógico de estas igual que pasa con los ladrillos.

Nos habla después del espacio escrito, y no refiriéndose al papel en el que escribimos, sino a la diferencia entre un espacio y su representación en palabras. La escritura no es sino una forma de comunicación o de expresión. No sería necesario si pudiésemos leer en la mente de los demás los espacios a los que se refiere. Pero creo que lo que hacemos con las palabras puede hacerse también con otro tipo de expresión. No solo puedo definir un espacio con palabras e imaginación, sino que puedo definir espacios con espacios. Me refiero a que teniendo yo en mente un tipo de espacio, reconocido por todos si pudiese definirlo, pueda mostrárselo a los demás creándolo por ejemplo mediante habitaciones o salas, determinados espacios que se asemejen en estructura o color a los espacios previamente pensados y que pretendo definir.

A lo largo del libro el autor pasa de los elementos más sencillos que conforman nuestra vida a los más grandes o complejos. De la cama a la habitación, después al apartamento y así siguiendo un orden lógico hasta llegar al mundo y al espacio.

Con esta distribución de los capítulos creo que al autor pretende que nos demos cuenta de todos los detalles que conforman otro pequeño detalle, y que juntos, van conformando elementos mayores. Normalmente vivimos tan inmersos en nuestra rutina que no prestamos atención a todo lo que nos rodea. No sabríamos decir cuántas sillas hay en nuestra casa o la cantidad de enchufes. No lo necesitamos. Los espacios, incluso los más sencillos y especialmente estos, son tan importantes como nuestra propia existencia, son estos quienes la hacen posible y determinan nuestro estilo de vida sin que nos demos cuenta. De tal forma que una persona madrugará más o menos en función de su medio de transporte o del tiempo en que su cafetera tarde en calentarse.

En el primer capítulo, la cama, el autor hace un retrato muy simbólico de esta. Se refiere a esta como una seña de identidad personal, como un elemento muy específico en nuestra vida pero muy necesario. Es cierto que cada persona tiene sus gustos y debilidades por un tipo de cama u otra, es cierto que el olor, distribución, tacto o cualquier otra característica de nuestra cama la hacen especial, pero esto no quiere decir, como afirma el autor, que la cama es un espacio individual o de reflexión. Cada persona, dependiendo de su estilo de vida, filosofía o valores, entiende la cama de una forma distinta. En la actualidad existen cafés chill out en los que las camas son compartidas por numerosas personas mientras mantienen toda clase de conversaciones. La cama, de forma tradicional, fue concebida para el descanso personal, pero como a todo, se le han buscado diferentes usos que han hecho que cambia nuestra percepción de ella.

Me ha llamado especialmente la atención la pregunta que el autor nos hace en el capítulo 2, ¿Cuándo hacemos nuestra una habitación? Es una buena pregunta sobre la que poca gente reflexiona. Cuando te mudas, cuando debes dormir en una habitación ajena durante una temporada, cuando pasas una noche en un hotel, cuando estas situaciones ocurren, ¿Cuándo nos sentimos cómodos en nuestra nueva habitación? Como en todo, creo que cada persona encuentra su comodidad a un tiempo diferente. Hay quién solo necesita la comodidad física de la habitación, hay quién necesita aclimatarse a los nuevos inquilinos y hay quién busca la nueva sintonía marcada por su habitación, la cual nunca llega a encontrar.

La funcionalidad de las habitaciones ha sido un tema que me ha gustado. La referencia a la habitación sin función es un punto, a mi juicio, muy interesante. ¿Es posible? El autor no lo ha conseguido, pero creo que sí es posible. El problema de esta cuestión es la ambigüedad y subjetividad del término “funcionalidad”. Miremos donde miremos estamos acostumbrados a ver objetos diseñados con una función, diseñados para satisfacer una necesidad, vemos habitaciones construidas con un fin específico o con un fin por determinar, pero siempre con un objetivo. ¿Por qué nos es tan difícil concebir algo sin función? Supongo que porque, sea o no esa la función para la que se diseño, siempre encontramos utilidad a todo. Quizás una habitación sin puertas ni ventanas, a la que no se pueda entrar pero que sepamos que está ahí pudiera ser un ejemplo de habitación sin función.

Me ha gustado mucho el capítulo de “la calle”. La práctica que recomienda me parece muy interesante. Ver cada detalle insignificante y reflexionar sobre él, intentar definirlo. Vivimos en un mundo muy rápido, donde el tiempo se cotiza muy alto y no podemos perderlo en actividades de este tipo, ¿no? No. Situarnos en nuestra propia ciudad, en nuestro propio barrio, conocerlo al milímetro, relacionar unos espacios con otros, espacios con personas, personas con objetos, sentirnos parte del fragmento del mundo en el que vivimos.

El último concepto sobre el que me gustaría reflexionar es “el campo”. Se refiere a él como una ilusión. Habla del campo como un concepto lejano, un lugar en el que nos sentimos perdidos, un libro que no sabemos leer. Esto es tan subjetivo como personas hay en el planeta. La concepción o idea que una persona pueda tener del campo se basa en la relación que esta haya tenido con este paraje. Para una persona, como le pasa al autor, acostumbrada la ciudad, es lógico sentirse perdido, pero para una persona que vive del campo, que vive en el campo, que lee el campo, este lugar es todo lo que sabe y entiende.

En general el libro me ha parecido muy interesante. Te hace reflexionar sobre cuestiones que es posible que no hubieras pensado por ti mismo. Te desglosa cada parte del mundo o de la cuidad de una forma que puedes ver las entrañas de tu ciudad si te lo propones. No hubiera imaginado que pasear por tu ciudad, por tu barrio pudiese ser una actividad tan educativa. Estamos acostumbrados a andar sin ver, como por inercia.